Aprendizaje vicario se llama el fenómeno por el cual las personas aprendemos mirando la experiencia de otros. Si a quien observo le va bien, trataré de repetir esa conducta para lograr esos resultados. Si a quien observo le va mal, evitaré hacer lo mismo. Este es un dato muy obvio para la gente del mundo de la pedagogía, pero a veces se le concibe de una forma muy simple y lineal, se niega su carácter procesual y se ignoran sus insospechados resultados. Por eso es que algunos malos pedagogos suponen que castigando van a lograr cambiar las conductas de algunos y ejemplificar para otros. Triste error.
Hace ya dos años que fue el movimiento de estudiantes secundarios más importante del último tiempo. Muchos de sus protagonistas están ahora fuera del colegio, pero para una gran mayoría el término de su vida escolar no fue nada fácil. Lo que casi siempre se ignora es lo que pasa cuando los protagonistas de un conflicto vuelven al “privado” de los espacios en que necesariamente deben convivir, ya sin prensa, defensores, pancartas ni opinión pública abogando. Bueno, muchos y muchas secundarias fueron ferozmente reprimidas en esos espacios; se les aplicaron sanciones administrativas con o sin fundamento, castigos disfrazados de apego a las reglas del colegio para amedrentarles de volver a generar un movimiento así como el que todo mundo en Chile presenció. Muchos de ellos querían llegar a la universidad y sus padres no tenían para pagar otro año, ni para cambiarles de colegio. Agachar el moño fue la consigna entonces, mientras se enteraban de que los simulacros de mejora de la educación chilena seguían en manos del consejo asesor presidencial.
La vida escolar es tan rápida, y los niños crecen tan pronto, que para el mundo secundario, esos actores ya son historia. Ahora ya están en otro lado, un alivio para las direcciones que les castigaron ejemplificadoramente mientras les debían tener dentro y que ahora respiran de que se hayan ido. Con el efectivo concurso de los partidos políticos, se sacó de escena a los “líderes” y se recondujo sus energías hacia un fin más trascendente: el servicio público del lado que sea. O bien se les prometió un cupo en una universidad privada y ya. Una oferta que pocos pueden rechazar. Hoy no hay organización secundaria visible, y nuestras autoridades competentes ya no tienen interlocución. El cortoplacismo de la estrategia represiva vuelve a operar con éxito. Pero las cosas no son tan simples.
Si uno contara sobre un movimiento social que consiguió paralizar a un país por dos meses, acaparar la mirada de los medios masivos de comunicación nacionales e internacionales, tener a toda la hinchada chilena a su favor y botar a dos ministros de estado, uno está hablando de un movimiento exitoso. Los chicos y chicas que lo propiciaron y lo llevaron adelante aún estaban en sus salas cuando los universitarios y universitarias ya estaban gozando de los frutos de la agenda corta de la movilización pinguina, con su pase estudiantil. Y mientras esos pingüinos peleaban en las calles y organizaban las tomas, los más chicos, los más invisibles, las niñas y los niños de básica, miraban, escuchaban, aprendían.
Hoy, nuevamente estamos jugando con el tiempo y con la memoria. Los dominadores apuestan a la muerte de las actorías, al olvido, y si no, a la represión. Por eso ahora empiezan poco a poco a desconocer los acuerdos logrados en el 2006. ¿Estudiantes todo el año y de lunes a domingo? No. En febrero pasado los y las estudiantes debieron sentirse adultos pagando completo en el metro de santiago. ¿Pagar el 30% del pasaje? En Chile (no en santiago) cada empresario del transporte les cobra lo que quiere y vende pases escolares propios, y no hay ninguna autoridad que haga respetar acuerdo alguno, menos uno logrado por cabros chicos. ¿Calidad de educación? Por favor.
Pero los niños y niñas de la básica ya están aquí. Se están sentando en los mismos bancos que sus antecesores, y ahora se sienten estafados. Tienen rabia y son muchos. Muchísimos. Y tienen buena memoria. Vieron levantarse y caerse a sus compañeros y compañeras, aprendieron de esa experiencia, aprendieron a discutir y a hacer asamblea. Aprendieron algo que ningún colegio ni liceo en Chile enseña explícitamente: aprendieron a participar.
Mientras la concertación y la derecha chilena se concentran en disputas extraterrestres para perpetuar sus lucrativos negocios con la educación; los y las jóvenes secundarias de hoy se organizan y reflexionan silenciosamente. Mientras los medios de comunicación masivos hacen noticia de dimes y diretes entre partidos políticos como si esos fuesen efectivamente sucesos políticos, más actorías se van sumando al hastío.
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